Hay días en los que todo parece apurado: agendas que no coinciden, el clima que amenaza con cambiar en cualquier momento y la sensación de que el tiempo no alcanza. Así fue aquella mañana en la que, con Lore, fuimos a visitar a Virginia Escribano. La idea no era grabar ni hacer una entrevista formal, solo conocernos y planificar una próxima visita más tranquila.
Pero el jardín tenía otros planes. 🌱 Apenas llegamos, supimos que no podíamos irnos sin registrar algo de lo que estábamos viendo. El lugar nos recibió con colores, aromas y rincones llenos de vida, como si supiera que tenía que mostrarse. Con el cielo nublado y un viento que nos apuraba, sacamos la cámara y, casi sin darnos cuenta, la charla se transformó en una recorrida improvisada que terminó siendo una nota.
Ese día descubrimos mucho más que un jardín. Conocimos la forma en que Virginia habita su casa y su entorno, cómo cada decisión —desde la bioconstrucción hasta el diseño de pequeños jardines con distintas funciones— refleja su filosofía de vida y su vínculo con la naturaleza y la comunidad.

La casa está ubicada en Escobar, dentro de un barrio permacultural, un espacio concebido para convivir en armonía con la naturaleza y fomentar la vida comunitaria, la autosuficiencia y la sustentabilidad. Esta filosofía se refleja no solo en las construcciones y los jardines, sino también en la manera en que se piensa y se habita el lugar, priorizando el respeto por los ciclos naturales y la cooperación entre vecinos

Su hogar es un espacio donde la arquitectura se funde con el paisaje. Paredes de barro, un techo vivo que compensa la tierra utilizada en la platea, y un diseño pensado para integrarse al entorno. Afuera, cada rincón tiene su propia personalidad: una huerta comunitaria abierta a los vecinos, un jardín de mariposas que se transforma con las estaciones y un estanque que se convirtió en el corazón de la casa, recibiendo y despidiendo a quienes la visitan.
Virginia lo resume con sencillez y profundidad:
“El jardín no es algo que se termina, es algo que se acompaña. Cada estación me enseña algo distinto y me recuerda que todo está en movimiento”.
No diseña bajo reglas estrictas. Prueba, mezcla y deja que la naturaleza tenga la última palabra. Su jardín está vivo, en constante transformación, y eso se siente al recorrerlo.
Esa mañana de apuro se convirtió en un momento único. Lo compartimos en este video
