Una mañana fría de invierno fuimos hasta La Rural de Palermo para conocer de cerca un proyecto especial: el rediseño del cantero central del histórico restaurante. Caminamos entre flores recién plantadas, tierra removida y un equipo que nos recibió con calidez y entusiasmo. Queríamos contarles, en primera persona, cómo fue este trabajo que le dio nueva vida a uno de los espacios más tradicionales de la ciudad.
Por primera vez, la Sociedad Rural Argentina decidió convocar a un estudio de paisajismo para intervenir el lugar. El proyecto quedó en manos de Estudio Paisajismo, dirigido por Lucía Schiappapietra, que fue seleccionado a través de un concurso. La tarea no era sencilla: se trataba de recuperar un espacio que llevaba años sin atención, sin perder de vista su historia ni su identidad. “Fue un placer trabajar con la Rural, nos dieron absoluta libertad para proponer y aprobaron todo lo que presentamos”, nos contaron mientras recorríamos el cantero.
La intervención comenzó en junio. Lo primero fue desarmar el cantero existente y evaluar qué especies podían conservarse. “Si hay plantas que valen la pena, las recuperamos. No soy de tirar plantas”, cuenta Sol, quien estuvo a cargo de la dirección del proyecto. Y así fue: se reutilizaron agapanthus, azaleas, dietes y abelias, entre otras especies que ya habitaban el lugar y que ahora conviven con nuevas incorporaciones. Muchas de estas plantas están ubicadas cerca de esculturas históricas cuya autoría aún es un misterio, y que fueron cuidadosamente respetadas.
Una de las tareas más importantes fue nivelar el terreno, ya que tenía una pendiente muy pronunciada. Para eso, trabajaron con maquinaria pesada como una Bobcat. “La idea fue bajar esa inclinación para que el mantenimiento sea más simple y el recorrido más amable”, nos explican. También incorporaron flejes metálicos, que ayudan a delimitar los bordes entre el césped y el cantero, marcando curvas suaves y ordenando el diseño. “Sirven para que el borde quede prolijo con el tiempo, sobre todo en lugares de tanto tránsito como éste”.
Luego vino el mejoramiento del suelo con compost. Aunque el terreno era bueno, decidieron enriquecer la capa superficial y los pozos de plantación para acompañar mejor el desarrollo de las nuevas plantas. La plantación se organizó en capas: primero fueron las especies más estructurales como buxus y spiraeas, y luego se completó con herbáceas y gramíneas que suman color, movimiento y volumen durante todo el año. “Nos pidieron flores para invierno, algo que no es tan fácil de lograr sin recurrir a flores anuales que requieren mucho recambio”, comentan. En lugar de violas o pensamientos, eligieron formas más arquitectónicas y tonos que armonicen con el edificio.

Las spiraeas —también conocidas como “coronitas de novia”— fueron protagonistas. “Florecen blancas en agosto, son las primeras en abrirse. Y en otoño se tiñen de ocres y amarillos. Aprovechamos muchas que ya estaban y sumamos nuevas”, cuenta Sol. La elección de las especies respondió a una idea clara: crear un paisaje que hable de las estaciones, que cambie, que evolucione.
El cantero cuenta además con un sistema de riego automatizado: por goteo en los sectores plantados y por aspersión en el césped. Para cerrar esta primera etapa, se colocó mulch de corteza sobre el suelo, una capa que ayuda a conservar la humedad, evitar malezas y dar buena terminación.
Entre charla y charla, le preguntamos a Sol qué hay que tener en cuenta a la hora de diseñar un cantero. “No hay una receta exacta, depende del uso, de lo emocional, de la función del espacio. No es solo escenografía, es algo vivo, tiene que tener sentido para quien lo recorre o lo mira”. También destaca que la intervención debe tener algo de uno, una firma personal, y que es importante mirar la arquitectura, los movimientos, los vacíos.
Mientras caminábamos entre los senderos y los flejes recién colocados, el jardín ya empezaba a mostrar sus primeras formas. Algunas plantas estaban en flor, otras apenas brotando. El verdadero espectáculo vendrá más adelante, pero mostrar el proceso —lo que se ve ahora, lo que se proyecta y lo que está por venir— es también parte de lo que nos gusta contar desde De Raíz.
“En diciembre esto va a ser impresionante”, nos dicen antes de despedirnos. Y no tenemos dudas: vamos a volver. Porque como todo jardín bien pensado, esto recién empieza.
