Una mañana fría de invierno, en Escobar, me recibe Guillermo, más conocido como El Viejo Farmer. Entre plantines y macetas, dice que el invierno es el mejor momento para hablar de huerta: en verano todos somos Gardel, las redes se llenan de tomates, berenjenas y morrones. Pero en invierno hay que saber, hay que planificar si uno quiere seguir cosechando para comer.
De eso se trata su historia: de vivir conectado con la tierra, de probar, equivocarse y volver a intentar. De un amor por el campo que empezó mucho antes de las redes sociales, cuando era apenas un chico en un departamento de Buenos Aires.
Su primera impresión del campo fue a los siete años, en una visita familiar a Entre Ríos. Volvió fascinado. Dijo “esto es lo que quiero”. Desde entonces, todo lo que vino tuvo que ver con ese flechazo inicial: estudiar Veterinaria, comprar un campo en Chascomús y llevarse bajo el brazo los primeros libros de Bill Mollison y John Seymour, los padres de la permacultura y la autosuficiencia.
Fueron su guía, junto con los vecinos, que sabían todo: las lunas, los vientos, cómo arreglar un molino o hacer un alambrado. Aprendió más de ellos que de los libros.
La entrevista completa en exclusiva para De Raíz.
La huerta, cuenta, empezó como un hobby, pero con el tiempo se volvió una forma de vida. Autoabastecerse no es una utopía, dice. Es posible si se planifica, si se aprende de los errores. Hay que sembrar lo que uno realmente come. Y enseguida da ejemplos: nosotros, que somos dos, con cuatro plantas de acelga tenemos de sobra. En cambio, el coliflor te ocupa medio metro cuadrado y esperás meses para cosechar una sola cabeza. Por eso hay que pensar antes de plantar.
Su vínculo con el campo no se limita a las verduras. También fue pionero en el país en producir carne orgánica certificada, cuando el término apenas empezaba a sonar. Fundó Eco Pampa, la primera empresa argentina que exportó carne orgánica a Europa y la vendió en el mercado local. Jumbo fue el primero en apostar por una línea orgánica: ellos hicieron El Cobijo, carne envasada al vacío de campos certificados.
Esa experiencia lo llevó a escribir las primeras normas de producción orgánica de carne en la Argentina, convocado por la Secretaría de Agricultura durante la gestión de Felipe Solá. Había que compatibilizar las leyes sanitarias con la filosofía orgánica. Por ejemplo, las vacunas son obligatorias, no se pueden obviar, pero sí se puede reducir al mínimo el uso de fármacos y tratamientos rutinarios.
Cuando le pregunto por qué eligió hacerse llamar El Viejo Farmer, se ríe. El nombre viene de un personaje de historieta de Robert Crumb, de los años 60, que se llamaba Mister Natural. Era un viejo que daba consejos disparatados, pero la gente lo veneraba. Me inspiré en él, riéndome un poco de mí mismo. Yo también reparto mis perlas de sabiduría que nadie me pidió.

Durante la pandemia, cuando el encierro y el tiempo libre coincidieron con una ola de huertas domésticas, Guillermo descubrió Instagram. Entré primero a grupos de Facebook, pero era un caos. En Instagram encontré un formato más visual y ahí nació El Viejo Farmer. Empecé a compartir lo que sé, sin dar lecciones. Yo no enseño, transmito experiencias. Que cada uno tome lo que le sirva.
Entre consejos de compost, rotaciones de cultivos y reflexiones sobre la paciencia, se consolidó una comunidad que lo sigue con atención. La comunicación es una gran responsabilidad, dice serio. No hay que mandar fruta. Hay que leer, probar y después contar.
A su manera, El Viejo Farmer sigue siendo aquel chico que escapaba del departamento para respirar campo. Un tipo que hizo del aprender constante su manera de estar en el mundo.
Pronto, descubriremos su jardín.. te esperamos en estas páginas.
