Pocas plantas generan tanto impacto visual como la flor de Irupé (Victoria cruziana, su nombre científico), una especie nativa de la cuenca de los ríos Paraná y Paraguay, que se distribuye en Argentina, Paraguay y Bolivia.
Es una de las flores acuáticas más emblemáticas del Litoral, conocida por sus enormes hojas flotantes -capaces de sostener varios kilos- y por su floración mágica y efímera.
En su cuenta de Instagram, la paisajista Rafaela Cassarino (@litoral_paisajismo) compartió imágenes del irupé en su hábitat natural y contó: “Tiene un olor a ananá y la flor es increíble”. Además, explicó que es una planta anual, lo que significa que en invierno desaparece totalmente para luego volver a brotar con el calor.
Una flor con doble identidad
La flor del Irupé se abre al anochecer, blanca, luminosa y fragante. En ese momento, es femenina, lista para ser polinizada. Su perfume intenso atrae a pequeños escarabajos que quedan atrapados en su interior durante toda la noche.
Al amanecer, la flor se tiñe de rosado y pasa a ser masculina. Libera su polen y deja salir a los escarabajos, que lo transportan hacia otra flor blanca recién abierta. Así, cada flor cumple dos funciones en un mismo ciclo: primero receptiva, luego emisora.
El resultado es un espectáculo natural que combina biología, belleza y misterio en perfecta sincronía.


El irupé habita lagunas, esteros y espejos de agua calma del Litoral. Sus hojas redondeadas, que pueden superar el metro de diámetro, flotan sobre el agua y crean una postal difícil de olvidar.
Prefiere zonas cálidas y soleadas, con agua profunda y quieta, y florece entre fines de primavera y el verano.
Aunque su cultivo no es habitual fuera de su hábitat natural, algunos viveros especializados ofrecen semillas o ejemplares jóvenes para estanques grandes. Es una especie exigente pero que recompensa con una floración única y fugaz.

















