Si bien es una tendencia mundial, en pandemia se profundizó mucho la necesidad de estar en contacto con el aire libre, la tierra, las plantas, el paisaje y el disfrute de espacios verdes. Todos o casi todos, buscamos encontrarnos y así como una terapia apareció la posibilidad de mejorar nuestros jardines, parques y metros cuadrados con naturaleza.
Hoy les vamos a contar la hermosa historia de Micaela Zaro, una ingeniera agrónoma pergaminense de 49 años, que complementa su profesión con otra muy relacionada: la jardinería; que surgió de un hobby, compartir tiempo en familia y pasión por la tierra.
“Estudié 9 años historia del arte, dibujo y pintura que luego de muchos a tiempo fue la conexión, en algún punto, con la posibilidad de crear, diseñar y plasmar en tres dimensiones el conocimiento adquirido. Comparto esta pasión natural con otro trabajo relacionado con la agronomía extensiva. Dos amores, cada uno ocupando su espacio”, contó en exclusiva a De Raíz.
Micaela casada desde hace 21 años, tiene dos hijos adolescentes (una mujer de 19 años y un varón de 12), distribuye su tiempo entre su familia, y labores naturales en el norte de la provincia de Buenos Aires.
Es de espíritu viajero y muy curioso, observa y admira el entorno. Realiza cursos y se perfecciona a diario porque cuenta dedica largas horas; primero, para interpretar al cliente y después, para equilibrar “lo deseado” con “lo posible”.
Realiza, construye y diseña jardines para quienes lo deseen. “Acompaña a quien sueña un proyecto verde que es durante prácticamente toda la vida”, relató. Se siente privilegiada de mantener relaciones con clientes que se extienden a lo largo de los años, donde en formas a veces fluidas y otras interrumpidas, mantienen el ida y vuelta. Construimos y desarmamos para volver a construir. Porque la vida va cambiando, mudanzas, las necesidades, los hijos se van y vienen los sobrinos y los nietos; se incorporan mascotas, se suma amigos”.
Lo define como como un electrocardiograma de sentimientos, que en el mientras tanto, cada jardín va dejando huellas como una planta querida, una flor con un recuerdo especial, un aroma con tintes melancólicos, una semilla viajera comprada en otro país.
¿Qué hace y cómo?
Trabaja espacios de diferentes dimensiones, rurales o urbanos. Sin lugar a dudas, los más desafiantes son los pequeños jardines porque generan retos metro a metro. “Hay que pensar exhaustivamente que colocar y que no para lograr nuevos espacios de disfrute sin caer en la sobrecarga de elementos.
“Cuento con la invalorable ayuda de mi esposo – Fabio Villalba – que también es ingeniero agrónomo, estudió jardinería, es herrero y atiende a todos mis caprichos cuando diseño algo que no existe. Fabio, y de acuerdo a sus tiempos, mi hija Abril, colaboran en el mantenimiento de algunos jardines puntuales que tenemos”, detalló.
Desafíos
Pensar en incorporar tendencias en el diseño del paisaje es un gran desafío. Hay espacios verdes que gritan “renovación”. Hoy por hoy, pandemia por medio, los jardines se tornaron en los lugares de encuentro.
Frente a esto, la necesidad de espacios abiertos para reuniones nos empujó abruptamente fuera de la casa, lo que fue para muchos una situación totalmente nueva. “En consecuencia, hubo que ordenar, redistribuir, colocar muebles, pensar en almohadones cómodos, vistas bellas, zonas reparadas, lugares para el asador”, para que los espacios estén adaptados a todas las generaciones que conviven en una vivienda y encuentren su lugar.
“Allí hubo que imaginar especies separadoras de áreas, delinear nuevos caminos de circulación e iluminar cada sector ya que el aire libre pasó a ser ocupado las 24 horas, si consideramos los campamentos de los más chicos”, agregó Micaela.
¿Qué es lo que pide el cliente?
Además de la renovación y adaptación de espacios a diferentes generaciones, en referencia a especies, nos contó que “todas tuvieron en común el pedido de bajo mantenimiento, rápido crecimiento y adaptación”.
Esta necesidad, que ya venía surcando los planos de muchos diseñadores en el mundo, se acentuó dando protagonismo a las gramíneas, a los cubresuelos, y a especies perennes. Crecieron así las combinaciones con especies silvestres imitando las praderas naturales. Se impusieron sin dificultades Verbenas bonariesis y Salvias leucanthas. Proliferaron los huertos, los limoneros, a veces algún frutal en tierra o maceta dependiendo de la superficie.
Del espacios abiertos a la ciudad
Saliendo de las viviendas y yéndonos a los hogares rodeados de pavimento, “sin lugar a duda se logró que el cemento “respirara”. Las técnicas de construcción cambiaron, la sustentabilidad y los materiales reciclables ocuparon el primer plano”.
Se incluyeron macetas, espacios para plantar árboles, canteros extensos, bancos incorporados al movimiento natural y alfombras verdes. Espacios públicos y privados atravesados por la naturaleza : balcones con plantas, canteros en el ingreso de los edificios, paredes verdes. No solo los vegetales cambiaron el paisaje, a ello se sumaron colibríes, mariposas y luciérnagas que habían sido expulsados de las ciudades. “Tengo la sensación que el bosque se fue comiendo la ciudad y es un motivo para festejar”, celebró Micaela.
¿Qué es lo más lindo de ejercer ambas profesiones?
“Si tuviera que pensar qué rescato de cada trabajo en el que me tocó intervenir es la adrenalina del desafío nuevo. Sería un error pensar que es un trabajo solitario ya que hay que “armar equipo” con el cliente, con su familia, con sus mascotas y con sus vecinos. Hay que transportarse en el futuro para mostrar el punto final del diseño, a donde queremos llegar, qué queremos lograr. Ensañar a transitarlo, a saber esperar, es también todo un arte”, narró Zaro.
Exelente!!! Me sorprendió ..te felicito Mica, y tú familia que tan felizmente te acompañan,
Ya te tendremos en cuenta .
Bello todo!!!