Una mañana de noviembre fuimos a conocer el INTA Castelar. Apenas cruzamos el predio, la primera sensación fue de sorpresa: praderas diseñadas como paisajes, invernáculos repletos de color, colecciones de plantas ornamentales y un equipo que investiga, mejora y lanza nuevas variedades todos los años.
Allí funciona el Instituto de Floricultura del INTA, un espacio clave para entender hacia dónde va la floricultura argentina.
Nos recibió Silvina, directora del Instituto, que sintetizó el espíritu del organismo con una frase que ordena todo lo que pasa ahí adentro: “El INTA está en toda la Argentina, abarcando diferentes producciones agropecuarias”.
En floricultura, ese alcance se traduce en investigación aplicada, desarrollo genético y acompañamiento permanente al sector productivo.
El Instituto de Floricultura nació hace poco más de veinte años, a partir de un acuerdo entre Argentina y Japón mediante la cooperación del JICA “agencia de cooperación japonesa. Silvina recordó ese origen como un punto de inflexión: “Japón firmó un convenio con Argentina para el desarrollo de variedades ornamentales a partir de recursos genéticos nativos”.
Ese proyecto inicial marcó el rumbo. Desde entonces, el Instituto investiga materiales locales, los mejora durante años, los registra y los convierte en variedades listas para llegar a viveros y productores. Cada temporada, el trabajo silencioso de laboratorio y ensayo se transforma en nuevas plantas adaptadas al territorio.
Aunque el viverismo argentino tiene una historia larga, el acompañamiento técnico desde el INTA es relativamente reciente. “El sector productivo trabaja desde hace muchísimos años; el INTA no tenía un lugar que acompañe a este sector productivo”, explicó Silvina.
La creación del Instituto permitió ordenar la cadena, incorporar tecnología, profesionalizar procesos y empezar a instalar variedades desarrolladas en el país. Hoy ya hay alrededor de 30 variedades inscriptas, producidas y licenciadas en Argentina, y todos los años se suman nuevas, que pasan del ensayo al mercado.
Uno de los ejes más fuertes del trabajo es el enfoque en plantas nativas y criterios de sustentabilidad. El cambio se nota. “Hay todo un cambio hoy en día donde se busca lo nativo, los corredores biológicos, lo sustentable, los jardines con bajos requerimientos hídricos y nutricionales”, contó Silvina mientras recorríamos las praderas.




Ese giro estético y técnico se refleja en plazas, espacios públicos y jardines privados que empiezan a parecerse más a los ecosistemas de cada región, favoreciendo además la presencia de abejas, mariposas y fauna asociada.
Argentina tiene una particularidad que condiciona este trabajo: cada provincia es dueña de sus recursos genéticos. Por eso, investigar y desarrollar variedades nativas implica permisos, acuerdos y marcos legales específicos. “Cada provincia tiene su legislación para el uso de los recursos genéticos, investigación y uso”, resumió Silvina.
En ese contexto, el Instituto de Floricultura se convirtió en un referente, articulando con el Protocolo de Nagoya y la normativa ambiental nacional. Hoy, algunas variedades desarrolladas en el país ya están licenciadas en el exterior, y el INTA —según explicó— “cobra regalías y participa a Misiones de los beneficios”.
Nuestra visita se dio en el marco de la Jornada Demostrativa Abierta del Instituto de Floricultura, un evento que se realiza una vez al año y en el que el INTA abre sus puertas para mostrar todo lo trabajado. Se recorren praderas naturales que funcionan como laboratorio a cielo abierto, el invernáculo demostrativo donde se presentan las variedades que se lanzan cada temporada y los ensayos a campo que permiten ver cómo responde cada planta en condiciones reales.
También hay charlas, talleres y visitas guiadas. “Ahí van a estar informados de cuando hacemos una capacitación, una charla, un taller, abrimos al público”, recomendó Silvina, invitando a seguir las redes del Instituto.

En un tiempo donde lo nativo gana espacio, la sustentabilidad deja de ser un concepto abstracto y los jardines buscan volver a dialogar con el paisaje, el INTA Floricultura se consolida como un actor central. Investiga, registra y lanza nuevas variedades todos los años, pero además anticipa tendencias y marca camino.
O, como dijo Silvina al señalarnos el invernáculo donde nacen las novedades ornamentales: “Somos como la moda: marcamos tendencia”.
















