La albahaca es una de las plantas aromáticas más comunes y un ingrediente infalible en muchas recetas. Perfecta para tener en casa, ya sea en una maceta en la cocina o directamente en la huerta, es una planta anual -o de temporada- originaria de la India, Persia, Irán, Pakistán y otras regiones tropicales de Asia.
Pero en esta oportunidad queremos contarte todo sobre un tipo de albahaca poco conocido… Se trata de Ocimum kilimandscharicum (su nombre científico), una variedad perenne que resiste todas las estaciones y no suele ser afectada por plagas y enfermedades.
Ocimum kilimandscharicum o albahaca africana: todo lo que tenés que saber
Esta planta poco conocida pertenece a la familia Lamiaceae. También llamada albahaca africana o de Kenia, es una planta arbustiva perenne que puede crecer unos 90 cm a 1 m de altura.
Sus tallos son altamente ramificados y presenta hojas muy vistosas de color verde oscuro con vetas en tono púrpura, una belleza que también puede decorar y sumar color.
A esta característica ornamental se suman sus flores (que aparecen en verano) y pueden ser de color rosa violáceo, púrpura o azul agrupadas en espigas largas.
Usos
Las hojas de esta variedad se utilizan de la misma forma que las de otras albahacas, en crudo o en platos cocinados.
Tienen un ligero sabor a pimienta y también se pueden encontrar notas alcanforadas.
Cuidados
Como te contamos anteriormente, esta planta es bastante rústica. Y aunque puede crecer en casi cualquier tipo de suelo, prefiere uno rico en humus, fresco y con buen drenaje.
En cuanto a la luz y la ubicación, la albahaca africana agradece el pleno sol, ya que será clave para fomentar el crecimiento (tanto en follaje como en sus espigas florales).
Durante los meses de primavera y verano se recomienda realizar riegos regulares, sin encharcar. En otoño e invierno hay que reducir la frecuencia y tener cuidado con las heladas, ya que no tolera temperaturas por debajo de -5°C.
Reproducción
En primavera es el momento perfecto para reproducir esta planta a través de esquejes. Para hacerlo solo tenés que cortar unos tallos de unos 15 cm de longitud y plantarlos en una mezcla de sustrato y arena. También podés colocar los tallos en agua y dejar que crezcan las raíces, y cuando éstas se hayan desarrollado, podés transplantar a una maceta o directamente en el suelo.
Fotos: Pinterest