Por Gabriel Burgueño
Las especies nativas de cada región son esenciales para el funcionamiento de los ecosistemas. Las plantas sostienen a los herbívoros, que a su vez alimentan a los carnívoros, iniciando así la cadena alimentaria en los sistemas naturales.
Aunque cualquier planta puede generar sombra, oxígeno, capturar dióxido de carbono o actuar como barrera contra el viento, las especies nativas agregan otras funciones esenciales. Al permitir que crezcan espontáneamente, estas plantas mejoran la interacción con la fauna local, fortaleciendo los ecosistemas.
Además, las plantas nativas están mejor adaptadas a las condiciones ambientales del lugar (suelo, clima, altitud), lo que garantiza mejores crecimientos, mayor resiliencia ante eventos climáticos y un manejo más sencillo.
Plantas, ortodoxia y realidad
Las plantas nativas son aquellas que crecen de forma espontánea en su área de distribución natural. En algunos contextos, estas plantas generan debates que enriquecen nuestra comprensión sobre la naturaleza, que está inevitablemente ligada a la cultura.
Más allá de las nativas, la diversidad también suma
El origen de las especies que cultivamos en un espacio verde no es el único aspecto a tener en cuenta. Por ejemplo, una arboleda diseñada para reducir el consumo energético en un conjunto de viviendas, ofrecer protección contra el viento o atraer fauna silvestre beneficiosa para un sistema productivo, puede lograrse con una diversidad de especies.
En algunos contextos, no se encuentran especies nativas adecuadas para cumplir estos objetivos, ya sea en parte o en su totalidad. Así, incluir plantas de otras regiones o incluso de otros continentes no es necesariamente un problema. Esto sucede, por ejemplo, en ecorregiones de pastizales o estepas donde las especies arbóreas nativas son escasas.
Atraer fauna silvestre es un objetivo que puede lograrse utilizando plantas nativas, pero también se puede potenciar sumando especies espontáneas exóticas. Un jardín de polinizadores, por ejemplo, puede incluir plantas nativas como lantana, vara de oro o chilcas, junto con exóticas como flor de papel, lavandas y margaritas.
La realidad argentina: lo nativo no es lo mismo en todas partes
Es fácil entender que en un país tan extenso como Argentina, no todas las especies que son nativas de una región lo son de otra. Argentina tiene varias ecorregiones, como la Patagonia, el Centro, Cuyo, el Litoral y el Norte, con al menos cinco geografías bien diferenciadas. Por eso, cuando hablamos de “plantas nativas de Argentina”, no nos referimos a un origen natural uniforme, sino a un marco cultural, económico e histórico.
Un buen ejemplo es el ceibo, la flor nacional de Argentina. Aunque su distribución natural abarca solo el Litoral y el noreste argentino, se planta en otras provincias como símbolo patrio. Curiosamente, también es la flor nacional de Uruguay, donde crece de manera espontánea.
Cuando ciudades como Rosario, Mendoza o La Plata cultivan especies originarias de distintas partes del país para el arbolado urbano, están apelando a la noción de “nativas” en un sentido nacional. Árboles como el jacarandá, lapacho, palo borracho y tipa son ejemplos comunes en muchas ciudades.
La fauna y las plantas
La interacción entre las plantas y la fauna silvestre es una de las formas más simples de visualizar la importancia de las especies nativas. Aunque muchas plantas introducidas también alimentan a los polinizadores, algunas especies animales tienen dietas muy específicas. Esto es evidente en las mariposas, donde la etapa de oruga se alimenta exclusivamente de determinadas especies de plantas.
Más allá de la sanidad de las plantas, los animales silvestres cumplen funciones esenciales: llevan polen de una flor a otra, dispersan semillas, controlan plagas, airean y descomponen el suelo, entre muchas otras.
El concepto de maleza, que se refiere a plantas no deseadas en un cultivo, no aplica de la misma manera en un jardín sustentable. En estos espacios, muchas especies espontáneas, que en plantaciones agrícolas se consideran indeseables, pueden tener un rol protagónico.
Especies endémicas
Las especies endémicas son aquellas exclusivas de un territorio. Aunque a menudo se usa este término para referirse a plantas de un país o provincia, también se puede aplicar a ecorregiones más pequeñas, como islas o sierras.
Algunos ejemplos de endemismos argentinos incluyen el caldén en La Pampa, la barba de chivo en el centro del país y la poa en las sierras de Buenos Aires. Conservar estas especies es una responsabilidad que recae exclusivamente en los argentinos.
¿Y las plantas invasoras?
Las especies exóticas, aquellas introducidas desde otras regiones, se vuelven invasoras cuando crecen de forma espontánea y desplazan a la flora nativa. Dado que son una de las principales causas de extinción de especies, es fundamental evitar introducir especies invasoras en cualquier proyecto.
Sin embargo, en algunos casos, controlar o erradicar especies exóticas puede ser económicamente costoso y ambientalmente perjudicial. Algunas plantas no nativas, de dispersión limitada, pueden estabilizar el suelo, proporcionar sombra y refugio para la fauna sin representar un gran conflicto.
Aportes ecosistémicos
La vegetación tiene funciones importantes a escala global, como regular el balance de oxígeno y dióxido de carbono, filtrar el aire y el agua, y prevenir la erosión. Aunque cualquier planta puede cumplir estas funciones básicas, los ecosistemas son más eficientes cuando incluyen todas las especies necesarias para ocupar cada nicho ecológico.
Por ejemplo, un bosque nativo, con sus especies características, sotobosque, plantas trepadoras y fauna asociada, no puede compararse con un monocultivo de pinos o eucaliptos. Lo mismo ocurre cuando comparamos un pastizal nativo con una pastura dedicada exclusivamente a la ganadería.
Las plantas y la construcción cultural
La relación entre una comunidad y las plantas nativas de su región forma parte de su identidad cultural. Sin embargo, la cultura de un pueblo no se reduce solo a la flora autóctona. Plantas y animales de otras regiones también juegan un papel importante en las costumbres y tradiciones locales.
El arbolado y el diseño de los espacios verdes reflejan la historia y la cultura de una ciudad. Especies de otras regiones del país o incluso de otros continentes, como Europa y Asia, suelen ser prominentes en estos paisajes.
La naturaleza tiene un valor intrínseco, que no requiere justificaciones utilitarias para ser apreciada y conservada. En el caso de las plantas, su genética local es un aspecto cada vez más valorado. Por ejemplo, no es lo mismo cultivar un algarrobo en Buenos Aires con semillas de San Isidro que con semillas traídas de Santiago del Estero.
La naturaleza funciona con procesos invisibles y silenciosos, como la evolución y las interacciones entre especies. A pesar de nuestros avances científicos, nuestra comprensión de estos procesos sigue siendo fragmentaria.
En última instancia, los objetivos de un espacio verde determinan qué especies conservar, extraer o introducir. Evaluar el proyecto en su conjunto permite tomar decisiones sin caer en dogmas ni visiones anacrónicas.
Fotos: Pinterest.com
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