En De Raíz nos propusimos viajar de norte a sur para traerte las tendencias que marca hoy el paisajismo según la provincia y región en la que nos encontremos. Es así como hace poco te sumergimos en la selva misionera de la mano de Ignacio Montes de Oca y ahora nos fuimos para Mendoza, en donde hay un paisajismo diametralmente opuesto, por condiciones climáticas y por la escasa disponibilidad del recurso agua. Ocurre que allí el clima es más bien árido, semidesértico y su provisión de agua solo es posible en los oasis, donde los ríos que bajan de las cumbres de los Andes derraman sus turbulentos torrentes.
Pero claro está que esas zonas también tienen su magia y sus especies nativas que se adaptan mejor a esa zona que en ninguna otra. En este viaje conversamos con Soledad Llames, ingeniera agrónoma y especialista en paisajismo árido y en xerojardinería. Un jardín xerófilo o xerojardín es un jardín cultivado con plantas de alto valor ornamental, que soportan el clima árido y un bajo consumo de agua.
Lo primero a tener en cuenta a la hora de diseñar paisajismo en Mendoza y la Región de Cuyo en general, según Llames, “es el clima y el paisaje, porque estos lo determinan todo. No debemos confundirnos con las ciudades tan verdes y con árboles altos, ya que son paisajes no pertenecientes al lugar, que están sustentados en base al riego y conformados por especies de clima templado, con suelos más frescos, fértiles y profundos; y veranos, inviernos y lluvias totalmente distintas a lo que pasa por aquí”.
Lo que Llames intenta dejar en claro es que “hoy en día es muy caro, ambientalmente hablando, sustentar estos oasis que necesitan tanta agua, por lo que es fundamental que mantengamos lo existente, regando los árboles añosos que nos mejoran la calidad del aire y nos reparan del clima salvaje”.
Por eso para ella la mirada y la manera de resolver el paisajismo en esta región árida del oeste argentino debe “ser amorosa con el paisaje natural, que no dejemos de estudiar la bibliografía, pero sabiendo que el verdadero aprendizaje es mediante la práctica y la observación propia posterior en cada espacio verde que diseñamos; y ser responsables y sensibles al generar propuestas en armonía con el desierto, sustentables con los recursos existentes, con introducción y domesticación de especies nativas -que actualmente se están produciendo y comercializando en algunos viveros -, y que nos están llevando a redefinir parámetros de belleza. Un gran aprendizaje, sin dudas, para todos”.
Será por eso que al ver los trabajos de Llames, se nota a primera vista que estos se basan en el respeto y en la valoración del paisaje natural, el cual guarda su encanto propio en esa zona, y aunque todo debe partir de una interacción con sus clientes, los cuales “vivirán” ese espacio, siempre busca que los jardines “estén en armonía con el entorno y que contribuyan generando hábitats para insectos benéficos, pájaros y otros animalitos desplazados por el avance de las fronteras de la urbanización y de la actividad agrícola, a lo que hay que sumar el concepto del manejo orgánico para cuidarlos”.
Llames no duda al decirlo: “Estoy convencida de que siempre podemos hacer lugares buenos para vivir y por eso cuido que en cada trabajo quede lo mejor de mi”.
Y ahora vamos a la pregunta clave: ¿Cuáles son las plantas o especies que marcan tendencia en Mendoza y zonas áridas?
“La tendencia es usar plantas xerófilas, que se adaptan al clima, necesitando poca agua y que por sus características tan especiales por saber vivir en clima árido -con tan poquitas lluvias-, requieren poco mantenimiento. Entre las nativas, pensando en los pastos, han tomado alto protagonismo los llamados “coirones”, que abarcan especies como Stipa vaginata, Jarava ichu y Nasella tenuissima. También pensemos en las herbáceas: Hyalis argentea “Olivillo”, Lecanophora heterophylla “Malvisco violeta”, Sphaeralcea miniata “Malvisco”, Sphaeralcea mendocina “Coral malvisco”, Nicotiana noctiflora “Tabaquillo”, Glandularia tenera “Verbena rastrera”, entre otras. Y en cuanto a arbustos puedo mencionar el Cercidium praecox “Brea”, Atriplex lampa “Zampa”, Aloysia grattissima “Cedrón del monte”; también árboles tales como Prosopis chilensis “Algarrobo blanco”, y dos especies nativas de otras zonas de Argentina pero que se dan bien aquí: Schinus molle “Aguaribay”, Parkinsonia aculeata “Cina cina””, respondió Llames.
A su vez, la agrónoma aclaró que no trabaja solo con plantas nativas, aunque confesó que le encantaría hacerlo. “Hoy combino los jardines con plantas xerófilas de otras zonas climáticamente similares a la nuestra”, reveló. Para exteriores techados, como galerías, Llames sugirió usar suculentas que en el jardín se queman con el sol o con el frío, como Echeverria, Graptopetalum, Sedum, Aeonium, entre otras; y para el jardín las xerófilas son su mejor opción. “No hay que fertilizarlas, ni regarlas y no requieren poda. Son bellas, agradecidas y crecen rápido”, indicó.
¿Y para interiores qué opciones elegir? “Aquí sí me gusta pensar en plantas tropicales y subtropicales, como Ficus, Aralia, Pothus, Zingonio y Caladium”, expresó.
Ahora bien, entre sugerir qué poner tanto adentro como afuera de un jardín mendocino. ¿Qué le pedirán los clientes a Soledad Llames? “Los que en este tiempo llegan a mí ya conocen mi trabajo, así que, básicamente confían en mí y sus inquietudes tienen más que ver con aprender sobre estas ´plantas nuevas´ -como le llama Amalia Robredo, una paisajista a la que le gusta citar en su relato-, que son las xerófilas nativas y no nativas no invasoras, y también se interesan por aprender algunas técnicas de xeriscape. Hace varios años, el trabajo era doble porque había que convencerlos de que esta manera de hacer jardines, mediante Xeripaisajismo, era la más conveniente, coherente y adecuada para esta zona”, manifestó.
Y como siempre creemos en De Raíz que todos y cada uno de los paisajistas con los que conversamos tiene un trabajo que le enorgullece más que otro, o bien que define su impronta, es que le preguntamos a Llames si ella también tenía uno. “Uff, ¡Qué difícil!. Me llenan de orgullo todos los trabajos que hago porque de cada uno he dejado algo y he aprendido algo para el siguiente. Pero lo cierto es que hay dos trabajos que me vienen a la cabeza ahora por lo que puede que sea la respuesta adecuada: Espacio Killka en Bodegas Salentein, en Tupungato, donde planteé jardines con plantas nativas en la montaña, en una época en que no se conseguían esas plantas en vivero, y fue un trabajo maravilloso por el desafío, por el lugar, el equipo y el honor de trabajar con los científicos del Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas (IADIZA), una unidad ejecutora del Conicet. Y el otro emprendimiento que recuerdo me gustó fue en el pedemonte, con varios barrios cerrados como Aguaribay, Sierras y Lagunas, donde propusimos dejar intacto un sector virgen como reserva de flora y fauna nativa. Hoy la gente que está viviendo allí puede darse baños de naturaleza cuando vuelve del trabajo, lo cual es maravilloso. Y en esto quiero dejar el mensaje de que es bueno dejar grandes sectores de monte y perturbar lo menos posible el tesoro botánico existente”, reflexionó.
Y no podíamos despedirnos del encanto de Mendoza y del relato de Llames sin antes saber ¿Qué recomendación le daría a alguien que quiere vestir su jardín en esa provincia? “Le recomendaría tres cosas: 1) que es momento de ver o de aprender a ver la belleza en el paisaje auténtico, en las plantas tan resilientes que viven con pocas lluvias, en los silencios del desierto, en la montaña, el sol, en las brisas, en el conjunto, y dejar de buscar solo la belleza en lo que nos enseñaron que era bello, que tiene que ver con jardines y plantas de otros climas. 2) que es también tiempo de aceptar y conectar con la naturaleza de este lugar, que es increíble y que el hacerlo nos llevará a conectar con nuestra propia esencia. Y 3) que soltar el control y confiar finalmente es el camino”, nos resumió Soledad Llames.
Bello mensaje de despedida para volver a la ruta, pensando en que hay lugares a los cuales es mejor dejar de forzarles plantas y jardines que no resultarán, y en zonas como Mendoza, mejor sumarse al xeripaisajismo que, como nos dijo Sole Llames, “trae armonía, coherencia a la vida y ¡Da menos trabajo!”. Hasta el próximo encuentro paisajístico, de seguro, en otra bella provincia de nuestra querida Argentina.