Por la Ingeniera, agrónoma Patricia Costantini
El Oídio es una enfermedad producida por un hongo que ataca a muchas plantas hortícolas tales como tomate, ají, zapallo, zapallito, arvejas y habas, aunque también es habitual en la vid. Se puede observar en numerosos arbustos como evónimos, corona de novia, berberis, crespón, rosas, talilla, fotinia y árboles como el roble europeo, Quercus robur y el plátano, Platanus acerifolia.
También se puede detectar presencia de oídio en plantas herbáceas como Begonia semperflorens, flor de azúcar y Zinnia, entre otras. Su aspecto es el de una eflorescencia blanquecina sucia, como harina. Estas manchas se desecan posteriormente y se propaga a través del viento, a veces a largas distancias. Las esporas del hongo germinan en las hojas y el micelio coloniza el interior. También se puede observar en tallos jóvenes y brotes.
Su presencia es predispuesta por una humedad del 50 al 70% y temperaturas de 20 a 25 grados. Es más habitual en sitios sombríos. Se sugiere evitar el exceso de fertilización nitrogenada.
¿Cómo tratarlo? Se puede tratar con aplicaciones de fungicidas sistémicos; también con la aplicación de productos no tóxicos como azufre y Trichoderma, que es un hongo benéfico que ataca y parasita otros hongos, y con jabón potásico que además de ser insecticida posee acción fungicida.
Para prevenir el oídio se puede preparar una decocción de cola de caballo. La misma se realiza hirviendo 100 gramos de la planta fresca o 15 gramos seca por litro de agua durante 20 a 30 minutos. Es importante limpiar y desechar las hojas caídas con síntomas para evitar una reinfección. Incluso algunas vaquitas del género Psyllobora se alimentan del oídio, realizando control natural.